¿Podrianos cambiar la pagina?


Cuando escribo, deseo.
Deseo que todo no sea mas que un pequeño jardin que cuelga de mis ojos, y se balancea al viento tibio de la memoria.
Espero no desaparecer.
Te espero.



domingo, 5 de diciembre de 2010

Los limites del río

Nos hemos besado,
y a veces un monótono tren
esconde sus pinzas cuando asciende de la arena
hacia los cascotes del muelle,
y un hombre fuma su pipa mientras dibuja
objetos que han sido suyos por momentos
y a intervalos.
Nos hemos visto
tan de cerca
que humeaban los ojos;
y así, en la fragancia dulce de la saliva que chorrea
siglos en planetas desolados,
en pequeños monumentos derruidos por el viento
profundo de un siniestro engaño.
No hay nada que nos proponga otra cosa;
y los infinitos modos de alumbrar la garganta
con inflexiones de la vista detenida
allí, en un punto en donde el horizonte
descubre su propio cuerpo,
en donde los garabatos son luces que se cristalizan
en un techo distante.

Nos hemos besado
en la cornisa de un sonido corto y suave como uva,
en los corredores silenciosos del interior de la tierra,
en la habitualidad de los escotes y los parpados,
en la prisión inestable de un dolor en algún determinado sitio en la cabeza,
en la penumbra de un gesto de desdén,
en la cordialidad de una mano y sus cinco dedos,
en la conciencia de un televisor apagado.

Nos hemos besado
en la fastuosidad de una hoja de papel en blanco,
en la cadencia de los pies desnudos,
en la puntillosidad de un automóvil abandonado encima de un edificio,
en los pequeños anillos de un muerto desnudo,
en la cosquilla furiosa de un satélite espía,
en la cordialidad de un mohín de madera.

Nos hemos besado
en el entuerto que supone ordeñar unas vigas que transportan alucinaciones, en el confín desvelado de un monstruo que duerme, allí en la mazmorra original, junto a una gran argolla de hierro que supura una extraña geografía; y los muros devenidos areniscas porque paso mucho tiempo por encima y hoy, a tanto de todo, solo me quedan algunas migas de lo bello.

Nos hemos besado
en la letra inentendible de una canción de arroz,
en la precaria organización guerrillera que perdió a manos del silencio su revolución,
entre los pordioseros que celebran con vino barato una lluviosa nochebuena,
en la navidad, con cuerpos inmóviles diseminados como baldosas con piel entre puertas entreabiertas y ronquidos profanos.

Nos hemos besado
a oscuras, con los labios manchados de sonrisas y te verde,
y en interminable melancolía, vemos pasar un circo desarmado,
por una ruta infinita hacia lejos de nuestro amor,
iluminados por los últimos bordes de la tarde un payaso y su novia desmadejan una frase que nos gotea a través del andamiaje de la distancia…
Nos hemos besado, dicen… para que no olvidemos que cada uno de nosotros, ambos, somos la saliva ardiente de un guiño que palpita en el aire…


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