¿Podrianos cambiar la pagina?


Cuando escribo, deseo.
Deseo que todo no sea mas que un pequeño jardin que cuelga de mis ojos, y se balancea al viento tibio de la memoria.
Espero no desaparecer.
Te espero.



sábado, 30 de abril de 2011

En la atalaya

He visto los contingentes venir de donde el infierno se esparce.
Callados, con rasguños tan profundos
que pierden hilos de conversación por ellos;
y los vi pasar apesadumbrados por horas y horas que
me parecían los intestinos de la maldad
entre las flores secas del tiempo,
allí, donde el sol se esconde por las tardes.

Soy el último que almacena palabras. Todos los demás,
desde el maestro hasta el ultimo niño que ha deseado
mojar su lengua de cristales de colores, han
desaparecido. Los he visto salir al campo de batalla,
y morir abrazados al hedor último del último
aliento humano. Los que vuelven, vuelven callados,
sin boca, solo alimentados de un miedo que
duerme entre las muelas y en los huesos sonoros
de los chasquidos que el corazón hace cuando es
solo un corazón.

Y desde arriba, desde allí donde te vi salir una vez
y no volver, y desaparecer así, simple y sonora como
una estampilla que se quema en un fuego de madera dulce;
desde allí te vi ir hacia lo desconocido, hermosa
con el sopor de las velas que inundan de una luz helada
los recovecos de las cuevas… Pero, no era esto lo que quería decirte…
Fingía mirar como, allí abajo, cuando las puertas de la ciudad se
abrían, un grupo riguroso de gente, se hundían en el barro
del camino.

Jugo de trincheras. Las plantas favoritas de los ciegos son esos árboles de preciosas gemas naufragando en arcilla estruendosa; y veo como alguien trastabilla y cae abierto de dolor en medio de su propia negrura. Somos negros por dentro, adentro llevamos las noches con sus peores pesadillas; y cuando nos abrimos estallamos de espuma negra, de rancia espuma negra. Esos que corrían bajo una lluvia de escombros, abiertos de par en par como puertas descoloridas y un grito lastimoso saliendo de sus bellas gargantas que antes usaban para decir te amo, voy a estar contigo el resto de nuestros días… Pero ahora no es más que la entrada a la cueva, con la luz de las velas interrogando…

He visto los planos de las almas, con sus gozosas enredaderas, con sus lirios perfumados al borde de los ríos eléctricos, con las consecuencias incandescentes de un beso en los labios de la vida. Y me he sorprendido con la presencia natural de los cielos bordados, de las perfumadas sonoridades de los sueños… Pero todo ha cambiado… Al partir, ellos se llevan lo poco que tienen, sus equipajes, la capacidad de sus prioridades, el sonido brillante del proceso universal…
Te vi salir por las puertas, y ya nunca volví a ser el mismo de momentos antes… Los veo irse a todos por las rías mortales, como millones de peces boqueando por la falta de agua, por la inexistencia de un dios que los abrigue, les de animo y misterio, los acongoje en el claroscuro…

He visto pequeñas atmósferas desvanecerse en zánganos que atraviesan la codicia, sin inmutarse, en el ruido propicio de un enjambre en movimiento; y los codos de los árboles despellejándose en signos, en acuosas gotas de madera tierna. He visto sollozar estrellas… Venimos al mundo a ordeñar amaneceres, a embellecer las tripas, a enmarañarnos con las codornices… He visto complicar velocidades a destiempo de esa imagen que roban los espejos en las madrugadas, en las sabanas inmensas que tienden a lo largo de toda la superficie de la luna…
Y sin embargo…
Y sin embargo…
No hay barro que se seque en la penumbra de otras lluvias, en las botas secas del que ha muerto, del que ha muerto lejos de estos puertos, de estos puertos [olvidos de sal] entre nubes que el mar da como bostezos apergaminados, da como telón de huesos abandonados, huesos intensos, carcajadas intrusas…

He visto…

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