¿Podrianos cambiar la pagina?


Cuando escribo, deseo.
Deseo que todo no sea mas que un pequeño jardin que cuelga de mis ojos, y se balancea al viento tibio de la memoria.
Espero no desaparecer.
Te espero.



jueves, 21 de julio de 2011

Laberintos

Me perseguí por mundos enteros,
con cansancios cristalinos,
como el barro en los párpados,
y los oros pastando
en la superficie de mi ignorancia.
Me he perseguido por gigantescos
edificios,
edificados bajo palabra,
entre guirnaldas de papel
abandonadas por el viento,
y esos esqueletos
sorprendidos así como así,
brindando por la vida,
silenciosos huesos blancos,
carne
en rutilantes guiños de leve cielo.
Me he perdido
en mi mismo,
corriendo por ahí,
esperando.
Solo la palabra vale en el sopor del
pesado infierno,
solo ella
en su laberinto,
bello laberinto.


viernes, 15 de julio de 2011

melhor.

Timorato, desparejo, vil enano, sucio de tierra solo adentro.
Locos de atraso con cuerdas en los dedos, te llaman alimentando sus babas negras de redecillas color uva. Vas a ir, se te rompe un taco, la corona de un rey depuesto. Avanzas, a ambos lados, una multitud ruge conteniendo la sangre. Te encontrás con el resuello comprimido entre la trampa y la sensación heredada en cemento chirle. Alguien hace sonar su mandolina. Una cuerda corta y otra extrema, una estrella de puntas romas y cuajadas. Observo que ojos no tenes. Suficiente, se acabó el tiempo. Una escuadra se toma por error todos los motivos y te defiende. Entonces, ¿quien comienza a hacer trampas en el juego? Se te hace corta de dedos cortos de defensa corta.

Un crepúsculo activado por la enunciación de números.
Cuatro o cinco, pero lejos.
Una danza de orillas.
Una franela.
Te molestan las cruces, el enigma de un rostro lastimado que no se achica con el veneno. Los dioses en un escenario mostrando viejas estampas,
y la corola se empapa de lánguidos,
y el licor comienza a tomar parte de tus leves,
nada detendrá a los hijastros necesarios.
No es imprescindible que mandes una carta,
o un mensaje,
o cualquier forma de lagaña.
Sobre la plaza aletean las crisálidas,
el vil enano
moja un pedazo de pan en lágrimas
y las convierte en mariposas para su solapa.

Encantado de conocerte.

manza.

Ella se me acerca desbandada.
Es una calle oscura; y me dice: Laucha, pudre de ojos para palabras.
Y se quita lentamente los ojos. Luego, más atrás, y después nada.
Me quedo quieto ante sus despojos. Ante su despojo. Los arrabales, mas arriba, miran huecos en los huecos, y más agujeros; y más allá.
Me salgo del boquete. Algunos se acuchillan ante mis dedos enmarañados, pero no puedo ver que busquen algo entre la sangre y los flecos y las gráciles uñas que despilfarran trocitos de tetas o panza o flema. Me salgo de los lindes. Una sombra oxigena temperas quietas dejadas entre polvos, lámparas o numeradoras usadas por ausentes. El pegoteo de los vientres unidos por un hilo de salvado. Entrega inmediata y sexo escarchado. Miro el momento del foco, la estupida anunciada en un suburbio de mantel sucio y leo:

Lagunas de perfil, ausencia de las liebres.
Más allá de la velocidad, entro por decir
que no cabe ni una de las palabras que aun decaen
solo por quererlas demasiado
o no darles maíz o termita por dentro.
Salven la lengua. Encuadernen su bilis
en una opaca suavidad
que las salve.
Lenta, suma el copete. Los necios, negros. el plexo
de tu aldea.
Hay una plazoleta de mechones de nardos
en tu fiesta.
Olisqueo el candor de la cuerda alrededor
de tu cuello.
Madre de lámparas y tornillos,
¿te habré dejado
para dejarte?
o simplemente es la tramoya.
Oigo el motín,
lo oigo,
pero espero no cruzar por el celo.
El olor cerca al patíbulo,
lo hace enmantecar
al corazón.

sábado, 9 de julio de 2011

NP

No veo más que ciertas risas sobre la luz,
sobre los charcos de orina de la noche;
y sus pasos, apenas dos o tres más allá del movimiento de mí
corazón
arisco y en brumas,
como un soldado entre los deshechos sucios de un planeta
aterido.
Hemos desembarcado en el movimiento sórdido de la muerte,
dice el niño que se asoma
entre los imaginados suicidios de la comida recién hecha.
Pero,
y apoyando mi oreja al suelo
auscultando el camino,
digo,
y me desprendo de cada palabra como si obtuviese
después
navidades en llamas
o cosquillas que enmudecen el recuerdo y lo hacen
pegajoso,
una silaba obscena de un Dios oscurecido por el amor.
Digo,
no soy más que un rescoldo tuyo
que se va enfriando,
que se va
entre las sonrisas vagas de las olas que ensucian
la televisión,
mis rodillas que tiemblan
como un pezón adolescente.
En fin…
Después de todo,
lo que se va definitivamente,
es parte de la carne de la noche.