Las manos arrastran a sus dientes, los restos suaves, la huida absurda
de la sangre de su recinto, de la seca almohada que se absuelve,
de la cama inmóvil que late cuando la arena de su tiempo se endulza
y naufraga, de los goznes de carne que sujetan al enamorado y su
cielorraso engrillado.
La maravillosa confabulación de los amarres transcurre en puertos de
venas abiertas como anagramas, como lenguas.
Hay economía, hay síntesis, hay música, hay madurez, ¿qué más? Me gustó
ResponderEliminar