¿Podrianos cambiar la pagina?


Cuando escribo, deseo.
Deseo que todo no sea mas que un pequeño jardin que cuelga de mis ojos, y se balancea al viento tibio de la memoria.
Espero no desaparecer.
Te espero.



sábado, 30 de octubre de 2010

Uno

Uno es un montón suyo,
que no tiene destino
(el destino lo da el nombre),
y no se nombrarme.
Alcanzo a definir los labios,
las espaldas en donde encastran
las cornisas sus suicidas,
el lamento en dos salivas
y una lengua,
la sensación de no ser yo
mientras caigo y se acerca
lo que pierdo.
Cada mensaje es anterior
al llamado,
una palabra transpira enormes
desconsuelos,
no hay derrame que extrañe
ni cerezas empiojadas,
demasiado humano
digo,
y me pienso de otra forma.
Casual,
de tamborileo de dedos en espera
mientras espero que la sangre espese
o la noche se reabra,
la cadencia se entrecruza,
reniego sobre el lecho
las enaguas
del cansancio.
Solo un montón de cosas sueltas
que se sacuden
de cuando en cuando,
cuando miro
y no me encuentro.

viernes, 29 de octubre de 2010

En el Ombligo

Quizás no debiera inmiscuirme en tus asuntos.
Es tal la brisa de ligera
que ansío una llovizna
intermitente,
timbres tocados en noches calurosas,
mientras las sabanas se escurren
y dejan al descubierto
ballenas blancas en mares filosos.
Y sin embargo, la embriaguez
monta mis refugios,
embarra los patios,
amamanta fieras lunas de tergopol,
y avanza arrollando
mis poros y mis venas.
Y esas lluvias que se hacen desear
porque tocan sus arpas
lejos,
en las montañas verdes de detrás
del cuello.
Quizás no debiera verte sonreír,
y abalanzarme
cubriendo mi cabeza con el casco,
y en derredor,
las balas salpican
con murmullo
picando avispas en el cuello y los brazos,
dejando una mancha roja
con pequeñas aureolas;
el ejemplo de saturno y sus anillos,
y un anillo deslizándose
en el dedo en donde
mucho después, tanto que no recuerdo bien,
estuvimos compartiendo un jardín
pequeño, y las ganas de amarnos,
pero eso quedo allí,
en el borde desgastado del espejo.

jueves, 28 de octubre de 2010

Tristeza

Acostumbro a regar a mi asesinado.
No lo conocía, lo vi un día adentro del monasterio y lo asesine.
Me hace compañía; le hablo y me cuenta historias,
algunas muy graciosas, otras muy tristes.
Siempre me agradece que lo riegue; según él, le hace mucho bien.
Mi asesinado esta creciendo.
Juntos, en húmedas tardes, pasamos el rato hablando y contando historias.
Lo riego cuando atardece y él, sonriendo, me agradece ese gesto.
Se lo ve muy bien, y esta creciendo…

Los Gestos

Hay allí,
entre las medias usadas,
debajo de un vaso de papel,
justo en el camino de las hormigas,
bajo el turgente aroma
de una flor mestiza
en el barro quieto;
hay allí,
un gesto tuyo,
caído,
orinado por el universo,
a la espera
de desvanecerse
en polvo de gesto,
de esos en que el viento
celebra
remolinos
y esparce,
por entre los nidos
del sol.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Pregunta

Tiempo liso
de apariencias leves
como toscos lugareños que afilan sus húmedas lenguas contando sobrevivientes.
No me importa, digo junto al fuego mientras levanto piedras para quemar.
Estas bella bajo la respiración de las llamas.
No me importa si es así como te amo,
con las manos aleteando entre dedos turbios y tristes muecas en noches que suceden a otras estrellas.
No me importa digo, y te acaricio una mejilla tratando de hilvanar la sedosa quietud de un lugar inadecuado para la fatiga del mundo.
Pero, ¿que es el amor?
Y me sorprendo perdido en una fragancia extranjera.
Sabemos, digo, que lo otro existe, lo que pensamos que esta tan lejos de nosotros, tan afuera dramáticamente pomposo, descerrajando luces en un lugar sombrío, amamantando salivas, enajenando lanas.
¿Que es el amor?
Untar con las manos los gestos que te pertenecen en mi rostro.
Así de fácil.
Cuando nos enamoramos, nos encontramos.
Lo que buscamos tanto y por tanto, esta aquí, al alcance…
Me río en chispas suaves.
No lo creo.
¿Me das un argumento mas serio que ese?
El amor es tiempo, decís;
tenes que conocer, labrar ciudades de dulzura en los hoyuelos del otro, esperar que pase esa fortuita danza del odio, descubrir que el corazón no late, solo canta una simple partitura para piel y eternidad, una eternidad tan corta que cabe en la caricia que te ofrezco, solo esto, es el tiempo que tenemos para estar juntos.
Eso es el amor.

Azafrán

En un aroma a guerra no resuelta,
entre los cascos viejos de los que han abandonado esta trinchera para cambiar un ejército por una memoria de helecho amarillo,
entre cada uno de los libros que se deshacen porque no hay hoja que resista el paso de la luna sobre la ballena blanca…

Ha florecido el azafrán.

Y en ese amaneramiento sinuoso,
los perros olisquean la frambuesa debajo de una frondosa lluvia,
la casa invariable se tuerce con el ánimo del paisaje,
y yo, te miro, desabrochando cada palabra de su ojal encendiendo un…

Ha florecido el azafrán.

No importa si no crees que los muros tan altos sean para que los ciegos no tropiecen con las nueces,
que la película termine justo cuando los enamorados intercambian prisioneros,
que los barrotes en el corazón sirvan como limite a la ferocidad…

Ha florecido el azafrán.

martes, 26 de octubre de 2010

Dos

“A ella, que logró tener su propio lenguaje poético
y esparcirlo…”

Hay una banda de músicos que funciona
de a ratos,
bebiendo vino,
haciendo bromas
acerca de la inteligencia
de los árboles,
y maldiciendo,
maldiciendo
entre voces de trombones
y panderetas.
Y entre ellos me mezclo
tratando de evitar
el silencio.
Pero nada puede hacer que te olvide,
masticando
esa palabra que de tan dulce
se escurre
de entre tus muelas,
cementerio
de marfil sonriente,
y se para ante mí
con su porte ridículo
de letras redondas,
[las mujeres hacen cosas redondas,
un mundo,
sus horas…]
y me dice…
- No dejes que me trague…
Ella es inmortal
con las palabras,
las necesita pero las rechaza.
No entendí.
Y me dediqué
a tararear
una consigna
con el tono acostumbrado,
tratar cobardemente de
huir
de su influjo,
de sus olas.
Y la palabra seguía allí
con los brazos en jarra,
rodeada de flecos
del idioma
y sus vocales respirando
locas,
y sus consonantes rígidas
como huesos de una lagrima.
Y la banda
allí al borde
de sus sillas,
riendo con sus instrumentos
cerca,
y las conversaciones
que saltaban
ranas entre las ramas
de los árboles
inteligentes.
¿Y yo…?
me dijo ella.
Y la mire.
Ahora si estaba tan cerca.
La palabra
acostumbrada
al transito de las flores,
al sonido intimo
del sollozo
de una espada,
al crepúsculo ordinario
de los ángeles
de leña seca.
Y me repuse.
Te dije…
¿Querés bailar…?
Si.
Y la banda comenzó
a tararear
sus almas.
Una canción turbia
que los dos recorrimos descalzos.
Te pregunté
por cada fragancia
del escote abierto,
de los enormes
abismos
de la luna,
de la inmensidad
de esas perlas
que los hombres transpiran
al morir.
Te reíste como solo vos
lo logras,
y en una fantasía
descabellada,
me preguntaste…
¿Queres agua…?
Y afuera,

comenzó a llover.










Si mi cerdo supiese

Si mi cerdo supiese cerrar la alambrada,
huir del barro fresco,
desadornar la mesa servida con copas vacías y velas encendidas en
diademas de repollo.
Si el solo abandonase su alma con un pequeño empellón al destino;
y no hubiese cielo prolijo que salivar,
caras huecas en donde desovar el odio fronterizo,
y nada de espuma con perfume a rosas rotas,
solo el cosquilleo inconfundible a casquillos mordidos por la exactitud,
religión de sonrisas a mansalva.
Si mi cerdo supiese dormirse mirando como avanza la oscuridad sobre
las ramas más altas de los altos árboles,
y el ruido a frío,
y mis desnudos pies a la deriva.