Uno es un montón suyo,
que no tiene destino
(el destino lo da el nombre),
y no se nombrarme.
Alcanzo a definir los labios,
las espaldas en donde encastran
las cornisas sus suicidas,
el lamento en dos salivas
y una lengua,
la sensación de no ser yo
mientras caigo y se acerca
lo que pierdo.
Cada mensaje es anterior
al llamado,
una palabra transpira enormes
desconsuelos,
no hay derrame que extrañe
ni cerezas empiojadas,
demasiado humano
digo,
y me pienso de otra forma.
Casual,
de tamborileo de dedos en espera
mientras espero que la sangre espese
o la noche se reabra,
la cadencia se entrecruza,
reniego sobre el lecho
las enaguas
del cansancio.
Solo un montón de cosas sueltas
que se sacuden
de cuando en cuando,
cuando miro
y no me encuentro.
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