Quizás no debiera inmiscuirme en tus asuntos.
Es tal la brisa de ligera
que ansío una llovizna
intermitente,
timbres tocados en noches calurosas,
mientras las sabanas se escurren
y dejan al descubierto
ballenas blancas en mares filosos.
Y sin embargo, la embriaguez
monta mis refugios,
embarra los patios,
amamanta fieras lunas de tergopol,
y avanza arrollando
mis poros y mis venas.
Y esas lluvias que se hacen desear
porque tocan sus arpas
lejos,
en las montañas verdes de detrás
del cuello.
Quizás no debiera verte sonreír,
y abalanzarme
cubriendo mi cabeza con el casco,
y en derredor,
las balas salpican
con murmullo
picando avispas en el cuello y los brazos,
dejando una mancha roja
con pequeñas aureolas;
el ejemplo de saturno y sus anillos,
y un anillo deslizándose
en el dedo en donde
mucho después, tanto que no recuerdo bien,
estuvimos compartiendo un jardín
pequeño, y las ganas de amarnos,
pero eso quedo allí,
en el borde desgastado del espejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario