¿Podrianos cambiar la pagina?


Cuando escribo, deseo.
Deseo que todo no sea mas que un pequeño jardin que cuelga de mis ojos, y se balancea al viento tibio de la memoria.
Espero no desaparecer.
Te espero.



viernes, 17 de diciembre de 2010

Escorpio

Vísperas del Dragón...

Detrás de esa turbulenta humedad
que ronronea debajo de los pies,
hay fragancia a cierto día,
y un lingote que se desmenuza de lágrimas
por el descompuesto infierno al descubierto...

...No es más que la voz de Sir John Gielgud pronunciando
correctamente en ingles, la idea de Hamlet entre las ruinas,
sobrevolándolas, como un circo herido por la fealdad ociosa
del destino...

Y entre ceja y ceja, el ciudadano ve por primera vez al Dragón
pararse en sus patas traseras... ¿Acaso tiene delanteras?...
Y vociferar con fuego el desacato dramático a tanto destierro.
Y casi sin respirar, el ciudadano huye usando sus dos patas...
¿Acaso tiene piernas?... Para avisar a sus agusanados iguales
que las habladurías de los tiempos se han hecho presentes en
las afueras de un terroso feudo abandonado por las flores,
por los amaneceres, por el olor a bebe recién hecho...

Las dudas del héroe...

Nuestro señor no tiene sueño. No sueña, y amado por sus ricos
vestidos, acaricia el filo de su desenvainada espada. Acaso mi
señor desenvaina su espada para usarla, o solo se solaza viendo
en el espejado metal, su rostro húmedo de miedo, espanto trabajado
con arrugas, o cierto aliento fétido que le corroe su mascara
densa a héroe descompuesto por el deber ser; el ser así vestido
ricamente saliendo de su confortable guarida a comportarse como
héroe y verse sangrar, entre el ruido de su dolor mientras su
enemigo se descose en el barro de su propia sangre. Nuestro
Señor no carece de honor. No es un salvaje, sabe deletrear
correctamente la palabra luna; y acaricia a su doncella en el
exacto lugar en el que debe acariciarla. Pero, nuestro Señor
no tiene en suerte morirse bajo esta luna... Mi Señor sangrara,
más sabrá resistir tantas veces sea necesaria su agonía...

El Dragón en ese tajo en la tierra...

El sabrá hacer.
Aparecer.
Y la turba huirá desencajada a guarecerse.
El Dragón opina con fuego,
pone pausas de fuego,
y termina conversaciones con fuego...
Mi amor en cenizas, Cenicienta;
lejos de este agujero inmundo
que calma las costuras de mis alas,
de este sol que se sonroja
y escupe pequeñas y ensortijadas larvas
amarillas...
El Dragón necesita un escarmiento;
acaso, él lo sabe,
y ladra
... ¿Viste ladrar alguna vez a un Dragón?...
de odio.
Llama a su héroe;
lo llama a su manera,
llama...

El héroe camina al encuentro con su espada desenvainada...

Nunca nadie vio nada así. Algunos espiaron y contaron luego; pero, no era de fiar. Nadie es de fiar si cuenta cosas con ese esmero por los detalles truculentos, por hacer hincapié en los ruidos del goteo sanguíneo, de la espada cercenando el cuello, del agudo ladrido de un Dragón, de los gritos a destino de un héroe agridulce... Pero, por qué tanto dramatismo...

La luna rodeó la colina espumosa; y desapareció como desaparece la luna, con un pequeño hilo plateado como despedida.
Amanece.
Nuestro héroe camina hacia la humedad del encuentro. Deberá cortar la cabeza del Dragón con su espada; y luego reconstruir su vasto heroísmo en penosos garabatos en la arena, antes que las olas vuelvan, antes que ellas borren el gesto dulce de las cosas que suceden... Nuestro Señor camina con suma elegancia hacia el Dragón. Una cierta sonrisa le cose la boca; el viento es apenas un murmullo que se esparce por la piel. Ya todos saben el final...
Ya todos cuentan, entre otras cosas, que ambos, el héroe y el Dragón se encontraron y formaron Escorpio...
El mito se deshace como azúcar en mi lengua y amago preguntarle a ese que dice haber visto todo, si la cabeza del Dragón rodó ante los pies de nuestro héroe. El ciudadano me mira, mira su copa vacía, y con ojos vidriosos me dice...
Cuando la luna me bese en esta noche fría, te contaré las veces que la cabeza del Dragón rodó a los pies de nuestro héroe...

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