¿Podrianos cambiar la pagina?


Cuando escribo, deseo.
Deseo que todo no sea mas que un pequeño jardin que cuelga de mis ojos, y se balancea al viento tibio de la memoria.
Espero no desaparecer.
Te espero.



jueves, 9 de diciembre de 2010

Biabarse

Entre lo muy lindo y la belleza impropia de menearse mientras las
venas arden en un simulacro de consuelo.
No hay conquista en pegar resuellos,
en admitir obscenidades mientras la música nos desintoxica
en una luna vacía.
Pareciera ser que de veras existís,
o es una piedra que alberga sacrificios mientras con su velocidad
rompe el agua en cadencia obsesiva.
Nadie consiente que hemos tocado las miasmas de
la mordacidad,
y te encuentro entre la gente que vuelve de comprar
arvejas, o entre las curiosidades de un acuario abandonado.
Tu prolijidad acaba en la piel,
ese abismo de olores estáticos.
El cobijo para mi necesaria aridez.
Te beso en la oscura ciénaga de un espejo,
momia vesicular,
incesto monocorde,
estupido mirando el río de automóviles desde el puente.
Deseo una octava respuesta,
se que todas fueron iguales,
desde la primera hasta esta ultima,
todas carecieron de honradez.
Me prosterno ante tu imagen,
carezco de brillo, un pálido Némesis
que oficia de largo y simplón orfebre,
y del que sus manos, aquel verdugo
gozo en sacarle astilla por astilla
hasta dejarlo manco.
Los muñones delatan la rendición,
desconozco que mundo me espera,
solo se que las entrañas palpitan
cuando anido en tu boca, corazón del nombre,
el tono apocalíptico del cielo en los hombros.
La espesa capa de caspa trastorna la nieve
en consuelo de esperma.
Y aburro de mediocre
abjurando no tocar lo que manoseo
debajo de la lámpara, en el patio,
mientras alrededor las luciérnagas,
una a una, se van apagando.
La belleza anida en el sopor, en mezclar los terratenientes mientras
pasean birlando la hacienda de los más paupérrimos.
¿Cuando comenzó esta certeza?
Todavía aun hoy me siento entre paredes
a recrear los sentimientos.
Te regale un libro de fotografías,
vimos juntos demasiado cine;
y a pesar de tanta imagen detenida en el fondo barroso del lecho inclemente, no navego.
Estoy aquietecido, silbando tu melodía.
Me la quede yo,
un cuando a los postres, nunca la mesa estuvo servida.

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