Los heridos cantan interminables.
Han sufrido otra batalla. Algunos se envuelven los tajos
en la bandera amada.
Otros gotean y se van desalumbrando.
Desde algún lugar llega el llanto de la espada rota.
Hora del herrero, dicen.
En realidad, las olas pasan mas despacio dejando profundos
surcos en noches y caras;
y dejan de gotear los heridos,
y se apagan.
Nubes que se descuelgan,
árboles amarillos de tormentas rojas;
los heridos siguen numerosos y cantan,
es la hora del herrero, la espada rota y la batalla…
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