Desde el resfrío en actitud de rama seca,
hasta el arbitrio solidario
de las muescas en las cachas del horizonte.
Nadie ha salido herido,
nadie hay;
solo esos trenes sueltos en los mordidos pliegues de tu piel
que cuelgan
banderas de carne,
y el tibio y difícil
fusil
decaído
en el centro mismo de lo olvidado.
Estamos todos heridos,
todos en mí.
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