Ella enciende la piel blanca
en el pecho frío de su ausencia.
Nada tan barato,
tanta dadiva ante la conciencia
de muñones
y quizás vidas no vividas y perdidas.
Se malhumora,
hojea el piso cubierto de semillas
con su pie, alcanza a cubrir
algo de camino,
pero es tan pobre,
tanta hilacha,
tanto encinta y precoz
como viejo y enorme
es el goteo
prolijo desde la pared descascarada
en esa fotografía guardada
de ella,
cuando no era ella,
y era otra,
y no tan frágil,
y no de espaldas.
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