¿Podrianos cambiar la pagina?


Cuando escribo, deseo.
Deseo que todo no sea mas que un pequeño jardin que cuelga de mis ojos, y se balancea al viento tibio de la memoria.
Espero no desaparecer.
Te espero.



viernes, 5 de noviembre de 2010

Estas

Estas
en la porosa consecuencia de la piel,
en esa cosa que espuma los silencios,
en ratos de perfumes,
en coordenadas concisas
y otras estupideces.
Que me habías ordenado
los “Libros de la Buena Memoria”
y que aun en la ciénaga más pulposa
la savia de los orígenes santifica,
le quita responsabilidad a las mariposas.
He cubierto los primeros cincuenta años
con un dejo de irresponsabilidad,
no me he dado cuenta de la guerra,
no he transitado los terrenos rojizos
de los otros,
ni me preocupe cuando perdía los dientes
en sonrisas a diestra,
a siniestra.
Por mi bien,
te he puesto dentro de mi corazón
y nos hemos reído juntos
en olas que chocan
contra la razón,
en playas transitadas por mis pasos de tortuga perezosa,
que tus ligeras alas migran
con la velocidad acuosa
de un pestañeo en la oscuridad.
No he buscado el fin de la tortura,
ni me he puesto al servicio de mis pies.
Supongo que muchos otros hacen lo mismo,
y se curan mirando mandarinas
estornudar
cerca del fin del mundo.
Nunca pude contratar otros huesos,
conciliarme con lo amado,
refugiarme en tus deseos
aun habiendo celebrado
los sueños más inverosímiles,
esos de latas y rejillas,
esos que a veces
querellan.
Estas
en esos pueblos pequeños en los que nunca estuve,
en el olor a comida en esa enredadera,
en el entusiasmo por el agua,
por las cornisas de los suicidas,
por las medias limpias,
por el subsuelo a medianoche.
Y no me preocupo
por el olvido,
por los corsarios,
por las creencias que repiten que nunca hay sabiduría
en las conquistas, en las puertas cerradas con llave,
en la última imagen en el espejo,
en los niños que resbalan
por la cordura
porque crecen
y dejan de ser.
Estas
haciendo cuentas sentada a una mesa,
garabateando el papel blanco,
inmóvil,
deteniéndote en el tiempo,
dejando que los segundos
no maduren alrededor. ¿Realmente podes hacer eso?
Lo estoy viendo,
intransigencia de la imagen
que devuelve
lo que nunca hubiese imaginado.
Podes hacerlo.
Estas inmóvil
en la noche fría,
mientras muevo hilos a distancia,
mientras los planetas se conquistan y diluyen bajo tormentas
de fuego y fatiga.
No volveré a enamorarme de vos.
Ya lo hice,
y el infierno es un hermoso lugar para visitar y no quedarse,
para probar esas mandarinas humeantes (las que estornudan),
para una buena charla con el asesino,
un paseo a la luz obtusa de las obviedades,
y no mucho más,
no mucho más.
Pero, hablaba de tu amor
que aun enciende
prolijo,
todas las lámparas que me iluminan
cuando caigo y no encuentro más entera oscuridad
que en la que permanezco flotando,
iluminado...

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