¿Podrianos cambiar la pagina?


Cuando escribo, deseo.
Deseo que todo no sea mas que un pequeño jardin que cuelga de mis ojos, y se balancea al viento tibio de la memoria.
Espero no desaparecer.
Te espero.



lunes, 12 de diciembre de 2011

Fragil y liviano

Alguien le avisó cuando bajó del tren en aquel andén
un día gris de llovizna triste…
Nos están matando…
Y se persignó [no era cristiano, ni siquiera había estado en
esa colina cuando crucificaron a los ladrones y al otro,
al charlatán].
Cruzó al café.
Se sentó mirando a la puerta que daba a la vereda
y a los automóviles.
[El ejercito Romano ya no parecía el imperio progresista,
solo era una banda de asesinos sanguinarios sueltos sin
control].
Siguió mirando la llovizna. Le dolía el cuerpo,
las heridas, los amigos,
el recuerdo de una futura agonía en algún charco
en medio de esta lluvia.
[No tenia el poder del perdón ante las atrocidades,
no podía producir milagros como convertir el
contenido de las tinajas de agua en vino para que
la fiesta pudiese prolongarse en la noche hacia la
mañana y hacia más allá de ese día.
No tenía nada en las manos, ni amor, ni emoción
por los pobres, ni por mi mismo; ni aún lo tengo
a pesar de tanto tiempo transcurrido entre mi
muerte y mi resurrección].
Sorbió con desagrado ese liquido viscoso negro y tibio.
La lluvia arreciaba.
Recordó los tilos en el camino un día de otoño,
y aquella mujer que le había sonreído al corazón.
Recordó, y en ese pequeño acto,
la sangre recorrió con ardor sus pupilas, sus mejillas
y sus manos.
La herida en su costado volvió a sonreír.
Creyó estar bajando de un animal ruidoso en
medio de una llovizna;
que alguien se acercaba y le decía…
Nos están matando…
Lo beso y le deseo lo mejor. Cree, le dijo; cree…
Y creyó estar en un largo, húmedo, en eterno sueño…


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